Y Salimos a Navegar.
El 1 de agosto de 2011 pasado salimos a navegar en el barco de un buen amigo. Después de intentarlo en numerosas ocasiones al fin conseguimos cuadrar un día. Ese día amaneció con algo de viento, que iba a venir muy bien para el velero, pero que iba a poner a prueba a nuestros estómagos. Iba a ser algo movido salir al Mediterráneo, aunque el Mar Menor iba a estar de lo mas tranquilo.
Quedamos cuatro amigos, dos de ellos con sus respectivas parejas. Cada uno aportó un poco de comida y un mucho de bebida. Lo normal en estos casos. Tan normal, que iba una nevera portátil por cada unidad familiar. Es decir, la posible siesta en el camarote, se jodió porque iba lleno de neveras, por si alguien no se había dado cuenta todavía.
Tras subir al barco por la proa, pasando las neveras primero, intentando no perder el equilibrio por dos motivos. El primero es que ya llevábamos dos cervezas encima y era la primera vez que nos subíamos en un velero de siete metros; y el segundo es los millones de medusas que plagaban las aguas del puerto deportivo y por extensión todo el Mar Menor.
Confiando plenamente en nuestro capitán, el marido de una de nuestras amigas cogió el papel de contramaestre, cosa que no nos importó, porque los demás no teníamos ni idea de lo que es un barco, mas allá de saber que flota y que en su camarote caben mas de cuatro neveras portátiles. A la orden de soltar amarras y encender el motor, la emoción nos invadía. El barco empezó a deslizarse lentamente, haciendo un viraje, para poner proa a la salida del puerto. Nos despedimos amigablemente de un matrimonio que estaba en el barco de al lado, y cuando estábamos diciendo adiós con la mano pensamos todos que no nos habíamos separado de ellos tanto a pesar de llevar algún tiempo con el motor en marcha. La señora del barco de al lado nos advirtió de un pequeño detalle, en el que no habíamos caído ninguno, incluyendo a nuestros experimentados capitán y contramaestre. Se habían olvidado de soltar la amarra de popa. Claro, es un detalle a tener en cuenta, si no se quiere uno hacer acompañar en la navegación por todo el puerto deportivo.
Tras este insignificante descuido, incluso pensamos dejar el crucero, puesto que nuestra integridad podía peligrar. Pero no, decidimos entre todos, seguir con nuestra aventura.
Todo iba bien, el oleaje nos las prometía muy felices ya que todas las cervezas que íbamos ingiriendo acababan pertinentemente agitadas. Rodeamos la isla Grosa, que es una verdadera maravilla cerca de la costa de La Manga, en el Mediterráneo.
Nuestro capitán nos llevó a un punto a resguardo del viento y del oleaje, y nada mas echar el ancla saltamos al agua. Un agua azul turquesa intenso y limpio que invitaba a no salir del agua durante horas. Estábamos fondeados con algunas embarcaciones de recreo mas alrededor y era la hora de la comida. En el barco mas cercano había 2 personas en cubierta dormitando y el resto en el camarote interior.
El contramaestre subió al barco tras un baño rápido. Hay que reconocer que el hombre es algo nervioso. Al poco le siguió el capitán, que tuvo la precaución de tomar la decisión del día: tirar el salvavidas al agua atado a un cabo. Cuando mas estábamos disfrutando del baño, el capitán dijo algo que acabó en la palabra ancla. Nuestro nervioso contramaestre, ni corto ni perezoso, la subió. A los gritos del capitán haciéndole ver que esa no era la orden, el barco con un descaro atroz comenzó a desplazarse ayudado por la marea hasta la plácida embarcación de recreo que teníamos a unos 5 metros. Fue tal la osadía de nuestro velero, que en el barco vecino solo escuchamos unos gritos de terror y empezar a aparecer pies por la proa para evitar una colisión casi inminente. Y a todo esto, el que escribe, la mujer del contramaestre y la otra pareja viéndolo desde el agua. Fue tal la vergüenza de nuestra tripulación que pusieron en marcha el motor, y menos mal que caímos en agarrarnos al salvavidas. A partir de ahí comenzó una huída del lugar del crimen propia de una película de piratas. El velero navegaba casi a velocidad plena y nosotros detrás, al arrastre. Esto, en otro escenario, como una guerra, un interrogatorio policial, alguien hubiera pensado que va en contra de la Convención de Ginebra, pero nosotros, los que estábamos en el agua, en lo único que pensábamos era en no soltarnos del salvavidas y como una acción posterior un recuerdo muy efusivo a toda la familia del que gobernaba y a la postre propietario del barco. Después de cinco interminables minutos, el barco se detuvo, fondeó y pudimos subir abordo. Pensamos, sobre todo las chicas, el pasar a la tripulación por la quilla, pero fue tal el desgaste físico, que optamos por aclarar todo el agua que habíamos bebido involuntariamente con cervezas y con algún combinado de ron. Eso sí desde entonces no se nos ha vuelto a taponar la nariz. El agua de mar va genial. Para rematar la jornada, hicimos algo de snorquel, y vimos cantidad de peces en unas aguas, repito una vez mas, impresionantes. Algunos de ellos fueron alimentados con algo de jamón ibérico que nos sobró, con lo cual algún pescador de la zona en los días posteriores, si pescó alguno, notaría un extraño sabor a jamón en esos peces.
La jornada acabó en el Mar Menor, en las aguas de la isla del Barón, la única zona donde no había plaga de medusas.
Fue un día para el recuerdo. Visto desde la distancia, la navegación fue estupenda. Incluso para repetir. Aunque alguna de las chicas prometiera no volver con nuestro capitán a alta mar, bueno ni a baja. Pero al menos el barco se mantuvo a flote.
Desde luego vaya peligro debe tener ese capitán, que barbaridad. ¿Lo conozco yo?.........
ResponderEliminarSe todos modos creo que es necesario repetir esa experiencia, por lo menos creo que ya se ha aprendido algo..... Digo yo,.... ¿O no?.
Ja. Ja Ja Que risa... como aguantamos estoicamente el arrastre, lo recomiendo mejor que un jacuzzi...Por cierto, Emily, le vas a hacer la competencia a Perez- Reverte en su columna del Semanal..
ResponderEliminarHay que repetirlo, que esta vez yo no me lo pierdo!! Yo me comprometo a proporcionar pulpo para el aperitivo, je,je
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